Y tú, ¿te has puesto ya la segunda dosis?
Artículo de Emilio.
El pasado domingo 18 de abril una cadena de televisión de las llamadas generalistas emitió en horario de
máxima audiencia la segunda parte de una entrevista a un conocido cantante que a lo largo del último año
se ha atrevido a cuestionar públicamente tanto la utilidad de las medidas pandémicas como la verdad oficial
y obligatoria sobre lo que está pasando. Este atrevimiento suyo, por el que está pagando un alto precio en
forma de escarnio y vilipendio, era el principal reclamo de la emisión, que fue publicitada y promocionada
hasta la náusea durante las semanas previas. Sin embargo, y para sorpresa, a estas alturas, de nadie, en las
dos largas horas que duró el programa no pudo oírse un solo argumento mínimamente elaborado, del tipo
que fuera, contra la campaña de terror sanitario que venimos padeciendo. ¿Para qué ha servido entonces el
dichoso programa? Es lo que intenta esclarecer el texto que aquí presentamos.
Hace ahora poco más de un año, en los laboratorios de medio mundo dio
comienzo una frenética carrera contrarreloj para aislar un virulento y
peligrosísimo patógeno que amenazaba, en el caso de que llegara a traspasar
la barrera intraespecie y a propagarse entre la gente común y corriente, con
poner en jaque la salud, el orden y hasta la supervivencia de nuestras
sociedades tal y como las conocemos. Por suerte, la comunidad científica, en
uno de los alardes de eficacia, coordinación y tenacidad investigatoria a los
que nos tiene acostumbrados, no tardó en identificar la sustancia que había
detrás de aquel mortífero germen: la negacionina, a cuyo contacto, por leve y
efímero que fuera, el sujeto desarrollaba síntomas tan preocupantes como
ingobernables, pues se volvía refractario, descreído y hasta verdaderamente
inteligente. Gracias a Dios, se había llegado a tiempo, y una vez aislada,
purificada e identificada la letal ponzoña pudo ponerse en marcha la segunda
fase de aquella operación de salud pública, que pasó a denominarse
oficialmente Operación Sí a Todo y cuyo objetivo a partir de ese momento iba
a ser sintetizar y producir cuanto antes un antígeno, antídoto o vacuna que
permitiera inmunizar de manera permanente a la totalidad de la población
contra tan funesto patógeno.
Ha sido una tarea titánica. Meses de tanteos, pruebas y experimentos en los
que si bien no han faltado ejemplos de cooperación público-privada, tampoco
ha dejado de haber pasos en falso y anuncios prematuros, grandilocuentes y
triunfalistas que pronto se revelaban como meros blufs especulativos
alimentados por corporaciones poco escrupulosas atentas únicamente al
beneficio. Pero por fin podemos anunciar, con pruebas en la mano y sin miedo
a equivocarnos, que hemos dado el primer paso hacia la cura definitiva.
En efecto, el pasado domingo, en lo que constituye la tercera y última fase
de la Operación Sí a Todo, el conocido inmunólogo catalán Josef-Jordi
Menguévole procedió a inocular de manera simultánea a varios millones de
personas la segunda dosis del antígeno conocido como SíqSí-2021 por su
nombre técnico, o Negacionista® por su nombre comercial.
¿Y qué es lo que hace tan especial a este producto, lo que lo distingue de sus
competidores? Sin duda, el hecho de que, para reducir al mínimo el peligro de
rechazo o contradicción, se le ha dado al antígeno o principio activo una
apariencia externa perfectamente reconocible, idiótica y personal, cosa que
ya hacían todas las demás marcas, pero elevando ese principio vacunológico a
la enésima potencia. ¿Y cómo se ha logrado tal cosa? ¡Pues dándole al
antídoto nada menos que el aspecto de una estrella internacional! En efecto,
en lugar de ir a buscar ejemplares de negacionista entre los grupúsculos
marginales que pululan por internet y que se dejan ver de cuando en cuando
en patéticas manifestaciones (y cuya negacionina, algo más asilvestrada y por
tanto de más alta calidad, da todavía muchos problemas y apenas logra
inmunizar durante unas pocas horas), se decidió que sería más eficaz
inyectarle a la audiencia toda una celebridad mundial, un famoso
archiconocido y en franca decadencia con alta carga de negacionina, sí, pero
de muy baja calidad.
La gran ventaja de esta solución es que la celebridad emite, por supuesto,
frases imprescindibles como «yo soy negacionista» o «esto es un plan urdido
por los multimillonarios psicópatas del foro de Davos», pero se presta a
sustituir cualquier otro dato o razonamiento sobre el asunto por cosas como
«mi padre no me aceptaba», «me he drogado mucho» o «también soy torero y
te clavo el estoque hasta la bola», emitidas entre un variado repertorio de
histriónicos y pintorescos mohines. Ello ha permitido al laboratorio darle una
presentación aún más personal, idiótica e inofensiva a la negacionina, esto es,
atenuar más eficazmente su vector activo, lo que asegura una absorción más
inmediata, profunda y duradera de Negacionista® por los tejidos celulares
del vacunado.
En cuanto a los posibles efectos adversos, no se esperan, más allá de algunos
síntomas pasajeros de conmiseración hacia el divo, que ha quedado para
objeto de mofa y linchamiento universal, y una vaga repugnancia moral por la
situación, supuestamente amistosa, en la que tuvo lugar la inoculación; y eso
sólo en sujetos hipersensibles por presencia de patologías previas.
Esta era la apuesta de los Laboratorios del doctor Menguévole, una apuesta
arriesgada, sin duda, y justificable únicamente por la situación de emergencia
mundial en la que nos encontramos. Pero, a juzgar por los índices de
vacunación que se están notificando, la campaña, que continúa a estas horas
en otros platós y en redes sociales, está siendo todo un éxito. No obstante, el
fabricante se muestra todavía prudente y se resiste a lanzar las campanas al
vuelo, pues, como ha señalado el propio Menguévole en declaraciones a los
medios, «el comportamiento de este germen es imprevisible y ya estamos
detectando nuevas cepas resistentes a Negacionista®, por lo que no sabemos
cuántas dosis-recordatorio harán falta aún para tener a todo el rebaño
vacunado. Por si acaso, vamos a seguir insistiendo a todas horas».
Así pués, todavía habrá que esperar varias semanas para determinar qué
grado exacto de inmunidad colectiva se ha logrado con la segunda dosis. Pero
el vacunado impaciente que no pueda aguardar más tiempo para saber si está
ya completamente inmunizado puede averiguarlo por sí mismo observando
atentamente sus reacciones y comparándolas con las especificaciones que
puede encontrar en la ficha técnica del propio medicamento, donde se indica
que «la persona ha quedado plenamente inmunizada cuando, al entrar en
contacto —¡Dios no lo quiera!— con un razonamiento, una duda, una crítica o
un dato que contradice la versión oficial, responde sin titubeos con un insulto
y un anatema (o lo que es lo mismo, soltando el nombre del divo y una risita
despectiva y ruin) y con la íntima e inamovible certeza de que la
contradicción y la crítica no tienen ningún fundamento objetivo en la
realidad, sino que son siempre una falta o tara subjetiva de quien las
formula».