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Esto no es una dictadura sanitaria

Artículo en Belgian Alternative Media por Michel Rosenzweig, 23 de Marzo del 2021.




Al igual que algunos de ustedes, he presenciado personalmente las sobrecogedoras escenas en el Bois de la Cambre de Bruselas este fin de semana y en otros lugares. Despliegues policiales sin precedentes en uno de los mayores espacios verdes de la capital, a caballo, en furgoneta, a pie y con la ayuda de un dron de vigilancia y seguimiento. Escenas a menudo surrealistas, o hiperrealistas, ridículas, grotescas, pero también secuencias verbal- y físicamente violentas, detenciones administrativas, personas recalcitrantes molestadas, a veces heridas, llevadas a una celda de aislamiento sanitario durante horas, camiones de bomberos utilizados en otros lugares para dispersar a la multitud de un carnaval salvaje, detenciones arbitrarias realizadas como en los países del Este en la época de la URSS, o todavía en América Latina, la imagen es patética y la estética sociopolítica dramática.

Todo esto es trágico y a veces incluso cómico, hay que reconocerlo, relaja.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí, preguntan los que me encuentro aquí, belgas, franceses, estadounidenses, israelíes? ¿Cómo ha podido ponerse en marcha este nuevo orden policial sanitario autoritario con tanta rapidez y facilidad y con tan poca oposición, si es que la hay, y con el consentimiento general de la población, porque hay que admitir que los opositores son una minoría muy pequeña y las autoridades son perfectamente conscientes de ello? El miedo generado, fabricado, mantenido y difundido diariamente por toda la clase mediática oficial a las órdenes del poder de este régimen biocida liberticida, así como la sumisión masiva a la autoridad, la fabricación del consentimiento, la ignorancia y la opinión son las causas. Como ya he identificado y descrito en otro lugar, el software sanitario básico que impulsa este régimen y el dogma que lo sustenta, la gravedad de la situación, está diseñado según parámetros bioestadísticos más cercanos al laboratorio que a la sociedad humana viva, produciendo una situación epidémica constante, intercalada con episodios agudos y breves momentos de remisión y respiro.

Mientras estos parámetros no cambien, no hay razón para que esta situación cambie, ya que los umbrales epidémicos se definen según criterios que probablemente no se alcancen, a menos que se proceda como en China. El horizonte sanitario así definido es, de hecho, la utopía higienista del riesgo cero, y el concepto está en proceso de abrirse camino, se llama covid cero. Ya oigo a los defensores de las vacunas entonando sus estribillos y sus canciones entusiastas, y les deseo buena suerte, no porque me oponga a la vacunación por principio, que no lo hago, sino porque estoy convencido de que esta inmunidad colectiva artificial masiva, fomentada e incluso forzada, no es necesariamente la solución, sino la "solución final" a la que las autoridades quieren hacernos adherir para salir de este túnel y encontrar una vida "normal" que, en mi opinión, nunca volverá, porque el daño está hecho, efectivamente hemos volcado en una nueva norma social que se rige y condiciona por el valor sanitario y sus extensiones de identidades digitales rastreables, localizables, geolocalizadas, clasificadas y excluidas.

Si me atrevo a utilizar el término "solución final", evidentemente es a propósito, pero de ninguna manera en comparación con la que se concibió en 1942 para exterminar a los judíos europeos, porque por supuesto ni los vacunados ni los no vacunados están amenazados de exterminio y los que apoyan esta idea no saben de lo que hablan, yo no soy parte de este club, que estén advertidos aquí. Por otro lado, el uso de estos dos significantes me parece útil para alertar a los adherentes a la narrativa oficial que aprueban estas medidas restrictivas y este régimen inaceptable en nombre de la salud.

En efecto, ¿cómo no sentirse interpelado, escandalizado, revuelto, a veces ulcerado, al asistir a este penoso espectáculo de las patrullas sanitarias? ¿Cómo no pensar espontáneamente que estos policías están cumpliendo órdenes, algunos por convicción, otros por deber, exactamente como lo hicieron sus predecesores entre 1940 y 1945 en Bélgica y Francia para detener a los judíos por la única razón de ser judíos y a los resistentes por la única razón de ser resistentes? ¿Cómo no tener en mente estas imágenes al presenciar este desmán policial en nombre de la salud? Es difícil resistirse cuando se tiene cierta sensibilidad. ¿Qué es esta locura policial que crece, cuál es su razón, cuál es su objetivo, a qué "juegan" los que están al frente? ¿son siquiera conscientes de lo que hacen? No cabe duda de que algunos de estos policías están convencidos de lo correcto de sus acciones y asumen sus gestos sin objeción de conciencia, sin remordimientos, sin vergüenza y sin arrepentimiento alguno. Pero, ¿dónde están los demás?

Los que tienen problemas con su conciencia de policía, los que no están de acuerdo con esta misión sanitaria y que tienen problemas para dormir y dificultades para cumplir las órdenes... Un misterio. ¿Existen? Probablemente. ¿Cuántos hay? ¿Se atreven a darse a conocer? ¿Y cuánto durará esta mascarada? No tengo una respuesta realmente satisfactoria a estas cuestiones sobre las que sigo trabajando, pero observo y tomo nota del agravamiento y la aceleración de este régimen sanitario autoritario que parece querer imponerse cada vez más por la fuerza y el apremio policial y judicial cueste lo que cueste, desafiando los derechos y libertades más elementales y fundamentales al asesinar el Estado de Derecho en nombre de un orden sanitario medieval y científico y de un ideal de pureza con olores eméticos y apestosos.

Hoy en día, respirar libremente al aire libre con los amigos, sentarse en un banco, se han convertido en delitos que no sólo pueden costar 250 euros y ser procesados en los tribunales, sino que también pueden acabar en aislamiento durante horas con riesgo de violencia física. Los delincuentes de hoy son los que se atreven a pasear y respirar al aire libre sin mascarilla en compañía de compañeros, amigos y familiares. ¿Es este mundo serio...? ¿Se convertirá pronto en ley la criminalización de la respiración y la socialización?

Pero cuidado, esto no es una dictadura sanitaria, por supuesto.



Michel Rosenzweig es un filósofo y psicoanalista belga, autor de libros y artículos sobre drogas psicotrópicas, implicado en el análisis de la situación sanitaria y de sus consecuencias sociológicas y antropológicas.



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